¡Ya me lancé! Hoy ha sido mi primer día de clase, y por fin he tenido ocasión de poner en práctica algunas de las ideas que durante tanto tiempo he ido recopilando. Se trataba, en realidad, de una clase "de mentirijillas" porque los alumnos, en mi centro educativo, no empiezan las clases de verdad hasta el próximo lunes. De todos modos, nos corresponde a los profesores estar con los alumnos en el aula durante una hora, y en ese tiempo se supone que se nos tiene que ocurrir algo que hacer con ellos, aunque en realidad no sepamos si van a ser verdaderamente estudiantes nuestros, porque aún no disponemos de horarios para este curso. Es, sin duda, una situación un poco extraña, pero a la vez una ocasión excelente para probar un estilo nuevo de enseñar. Así que, recurriendo a mi bien nutrido banco de actividades, he ido a clase con una lista de actividades de presentación que incluyen muchos de los ejercicios en los que yo mismo he participado como asistente a mis cursos de formación, confiando en que pudieran funcionar con alumnos de 12 y 13 años igual de bien que con docentes de 40 o 50.
Para empezar, con una clase de 1º de ESO formada por estudiantes recién llegados al instituto y a los que yo no había visto nunca antes, he llevado a cabo la actividad de presentación 3,2,1, inspirada en una tarea que hemos tenido que hacer los profesores participantes en el curso de coaching de la UIMP celebrado en Valencia el pasado verano. Los alumnos tenían que escribir en un papel 3 cosas que querían compartir con nosotros sobre su vida, 2 objetivos que se marcan para este curso escolar y 1 trabajo que les gustaría desempeñar en el futuro. Luego he lanzado una pelota a una persona para que nos lea lo que ha escrito. Ella, a su vez, ha pasado la pelota a otra... y así se nos ha ido la hora entera, en un ambiente muy positivo que ha permitido a los alumnos conocerse mejor desde el punto de vista humano y personal.
Pero cuando he intentado realizar esta misma actividad con alumnos de 2º de ESO, sorprendentemente, la cosa no ha funcionado bien. Muchos de estos alumnos, que ya se conocen entre sí y que ya llevan un año estudiando en nuestro centro, sentían vergüenza de compartir en público lo que habían escrito y han preferido no leerlo. Así que, aprovechando mi batería de recursos de emergencia, he pasado a una segunda actividad. Les he pedido que, trabajando por parejas, escriban las cinco características que, en su opinión, tendría una escuela ideal. Luego los alumnos podían ir al ordenador para escribir sus propuestas, que quedaban proyectadas en la pantalla. Cada una de sus sugerencias era votada, de manera que sólo hemos dejado en el documento final aquellas que contaban con más del 50% de apoyo por parte de la clase. Así, hemos finalmente elaborado una lista con los elementos que a los alumnos les parecen importantes en una escuela de calidad. Esta lista ha sido, para mí, una verdadera sorpresa. Para empezar, me ha permitido escuchar la opinión de los alumnos y conocerlos mejor, algo que con mi método habitual de enseñanza (vertical, transmisivo y muy directivo) no tenía nunca ocasión de hacer. Pero además me ha servido para comprobar que muchas de las propuestas que los alumnos defienden se corresponden punto por punto con las que defienden muchos profesores y expertos en educación, desde la idea de reducir los deberes (como proponen los teóricos de la "Flipped classroom") y dar más peso a la evaluación continua, hasta la propuesta de sustituir los pesados manuales escolares por libros digitales que pueden consultarse en una tableta. Así, gracias a esta sencilla actividad, hoy he comprobado que los alumnos tienen mucho que aportar y que yo, como profesor, tengo mucho que aprender de ellos.
Curiosamente, en sus sugerencias había muchas referencias a las instalaciones, pero ninguna a los profesores o a los alumnos. Así que yo les he propuesto que reflexionen acerca de cuáles son las cualidades que estiman en un docente o en un compañero, para incluirlas en la lista. Por último, ya casi al final de la hora, he pedido que los alumnos piensen en qué grado nuestra escuela real se adapta a esa lista de condiciones que tendría una escuela ideal. ¿En qué porcentaje cumple nuestro centro todos estas requerimientos? He pedido a los alumnos que levanten la mano si creen que nuestro instituto se acerca solo un 10% a la escuela ideal, luego que lo hagan los que piensan que se acerca un 20 %, y así sucesivamente. Las opiniones estaban muy divididas, pero la mayor parte de los votos recaían en el intervalo del 30 al 50 %, lo cual indica que, según la opinión del alumnado, nuestro centro tiene aún mucho que mejorar si quiere aproximarse a la escuela ideal con la que ellos sueñan.
Esta parte en la que cuentas tu experiencia puntual y real con el alumnado me es muy interesante y útil. Gracias por compartirla :))
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